EL DESPERTAR DE LA KUNDALINI

EL DESPERTAR DE LA KUNDALINI, 1ª PARTE

Era un día como otro cualquiera; sin embargo, lo que estaba a punto de consumarse no tendría parangón con la vez anterior. A pesar de tratarse de otra experiencia increíble con las dimensiones internas. Se podría decir que, en ese sentido, el Universo es muy creativo. Convierte cada episodio en una sorpresa única e irrepetible, tanto en el contenido como en el continente.

Es posible que el desarrollo y los detalles guarden ciertas similitudes con las de algún otro. Pero puedo asegurar con certeza que no hay dos idénticas. La increíble inventiva que derrocha la Existencia en los asuntos de evolución espiritual es asombrosa. Nada que ver, comparándola con la rutinaria cotidianeidad que se repite hasta el hastío.

Pues bien, aquel día, a primera hora, me sentí raro nada más incorporarme. En cuanto me hube despertado, comenzó a asediarme una cierta sensación de inquietud, un nerviosismo molesto. Cosa que tampoco era inusual en aquel periodo de tiempo tan desafiante para mí.

Motivo por el cual, horas después, pasaría de la inquietud al pavor, del temor al pánico y del miedo a la muerte, a la perplejidad más desconcertante. Envuelto en un episodio indescriptible. Una especie de intervención quirúrgica multidimensional. Sin que hasta el día de hoy sepa, quién o qué intervino, para que se desplegara de esa manera.

Toda experiencia trae consigo determinadas enseñanzas y unas pocas respuestas. Eso sí, para mi gusto, pobres en detalles claves que te brinden una visión panorámica.

Es por eso que albergo la sospecha de que el Universo, en ese sentido, se guarda varios ases en la manga, negándose a desvelar los secretos capitales. Obligándonos con ello a ir más allá y más profundo, para agudizar el discernimiento. Con el fin de hacernos aprender a distinguir lo fantasioso de lo real, lo falso de lo verdadero y lo fútil de lo importante.

Esta vez tampoco iba a ser diferente en ese sentido. El estupor iba a ser supino, a pesar de las continuas advertencias de mi intuición que, como ya dije con anterioridad, me estuvo dando toques de atención en forma de inquietud nerviosa. ¿Por qué no lo vi venir, a pesar de los múltiples avisos? Pues porque sentirme agitado era más habitual de lo que me hubiese gustado.

Las causas oscilaban entre las típicas preocupaciones cotidianas, las peroratas internas y los asuntos emocionales trabados, solo por citar algunas.

La cuestión es que ese tipo de factores menores, que acostumbraban a orbitar alrededor de mi vida. Me cegaban de tal manera que, cuando estaba a punto de suceder algo trascendental, lo confundía con uno de los acostumbrados altibajos psico-emocionales.

Lo que voy a pasar a relatar ahora tiene que ver con mi propia experiencia y con la forma en que se fue desarrollando el episodio en concreto. Menciono esto porque considero importante resaltar que mi proceso nada tiene que ver con el de otros, ni con el de aquellos que me precedieron, ni con los que vengan después.

Lo increíble era que fui prevenido con varios meses de antelación, de que esto iba a ocurrir en algún momento. Hecho que había olvidado hasta que lo tuve encima. Algo que, en términos racionales, sería imposible de aceptar: creer que alguien pudiera estar capacitado para ver en el futuro con tanta precisión a meses vista. ¡Ni de broma! Aunque ese y otros muchos detalles los iré exponiendo de manera más comprensible, a medida que avance con el relato.

Lo bueno de los procesos internos es que, cuando se desencadenan, atraen una profunda transformación a tu vida, sea que se originen de manera espontánea o porque estaba previsto que emergieran en tiempo y forma.

Veamos qué fue en concreto lo que sucedió y por qué digo que fui apercibido con meses de antelación. Pero antes debo advertir de una particularidad, a la que no voy a poder responder. No porque no quiera, sino que desconozco la respuesta adecuada. Y es: ¿cómo demonios supo aquel vidente lo que me iba a suceder alrededor de medio año antes?

Ya que, aquí no hablamos de la predicción de un accidente, un cambio de trabajo o de pareja.

En este caso se trataba de mis procesos internos, en íntima conexión con los planos sutiles. ¿Entonces, por qué le fue concedido acceso a ese tipo de información?

Eran cerca de las once de la mañana cuando acababa de entrar por la puerta de casa, tras haber estado realizando unas compras. De ahí pasé a la cocina para colocar en los armarios los productos adquiridos, con la intención de comenzar a preparar la comida de mediodía. Aunque la verdad era que no tenía apetito y la decisión de cocinar era más por pura inercia que por una necesidad real.

Lo curioso fue que apenas tuve tiempo de poner las cosas en su sitio. Ya que, antes de haber finalizado la actividad, comencé a sentirme extraño, fuera de lugar. Como si mi organismo se estuviera descompensando. No porque padeciera dolores, ni temblores, ni fiebre.

Era una sensación de descomposición sin que hubiera una razón física que la justificara.

Lamento no encontrar las palabras adecuadas para describir mejor, qué era lo que estaba sintiendo en ese momento.

Luego comenzó a manifestarse un aspecto externo que, a su vez, era parte de mí. Lo que trato de explicar, es que comencé a percibir cómo me circundaba una bola de energía de unos tres metros de diámetro. Aunque, quizá sea más riguroso decir que la sentía como si fuéramos una unidad indivisible. Lo que significaba que yo representaba el eje central de un toroide electromagnético, proyectado alrededor mío.

Al mismo tiempo, percibía cómo fuerzas externas comenzaban a interactuar conmigo a un nivel no físico. Al entrar en contacto directo con la capa exterior de esta esfera energética. Que tenía un cierto parecido, con bolas gigantes de plástico inflable, que se pueden adquirir en línea. En las que, una vez infladas, te colocas en su interior, bien sujeto. Echándote luego a rodar por superficies llanas, dando vueltas y pasándolo en grande.

Entonces, al sentir estas energías pujantes con tanta claridad, me asusté. No porque temiera por mi vida, sino que…

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