EL DESPERTAR DE LA KUNDALINI, 2ª PARTE
Era una sensación desconcertante. El impacto de estas potencias sobre la capa exterior de la bola, era suave. Se sentía como si alguien estuviera acariciando la piel de mi cuerpo a distancia.
Entonces decidí pasar al salón para sentarme sobre el sofá, a esperas de que sucediera algo más significativo. No tenía ni idea de si aquello que experimentaba, era pasajero o si se iba a alargar minutos u horas. En definitiva, estaba a merced de lo que fuera sucediendo.
Esta vez tampoco disponía de un libro de instrucciones, ni referencias de conocidos que hubieran pasado por ello.
Cuando, por fin, recibí una clara señal de mi intuición, que me invitaba a tumbarme en el suelo boca arriba. Por supuesto que obedecí al instante, eso sí, temiéndome lo peor. El grado de pavor era considerable, ya que apenas me hube extendido sobre la alfombra, comencé a percibir un lejano zumbido que parecía acercarse con el ímpetu propio de un tren de mercancías.
Me gustaría dejar claro, en este punto del relato, que lo que describo es un proceso que no se debe entender de manera literal. Solo le pongo palabras, tirando de símiles y metáforas, como descripciones incompletas que buscan crear imágenes mentales. Con el fin de ilustrar el desarrollo de una manera más gráfica. A sabiendas de que, a pesar de mi esfuerzo por pormenorizar el trascurso del evento. Se me hace imposible transmitir el grado de intensidad real y el amplio abanico de matices que se despliegan, durante un episodio de esas características.
Pues bien, allí estaba, tendido, mirando al techo, abrumado por esa especie de zumbido que había ganado terreno y que se acabó transformando en una potente vibración. Sacudiéndome con vigor, esta vez sí, a nivel casi físico. Hasta que, en un determinado momento, algo parecido al ruido que produce un camión hormigonera, mezclando el cemento en el interior del tambor. Comenzó a subir de decibelios, proveniente de la zona inferior de mi columna.
Por supuesto que, se trataba de un sonido interno, que solo yo podía oír. Y que, además, venía acompañado de una especie de ecos fluctuantes, que generaban un efecto hipnótico en mí.
El caso es que, a partir de ahí, comencé a experimentar una subida progresiva de temperatura en la zona perianal. Momento en el que, una fuerza pujante comenzó a abrirse paso columna arriba, como lo haría un taladro perforando una estaca de madera.
Una vez que este potente haz de energía pulsátil traspasó la primera capa energética, fue inevitable que entrara en pánico. Dado que me producía un dolor considerable, variando de leve a moderado y de intenso a insoportable.
¿Por qué sucedía esto de esa manera? Pues porque la energía Kundalini se iba abriendo paso a través de cada uno de mis Chakras. Tal y como lo realiza una perforadora que cava túneles en las montañas. En determinados tramos avanza más despacio, porque se topa con capas de sedimento más duras. Lo que provoca un calentamiento mayor y cada poco hay que hacer un alto, para refrigerar la maquinaria.
Pues eso mismo estaba sucediendo con mis Chakras, sobre todo con los más estancados y saturados de impurezas. Pero la serpiente energética no se detenía. Empujaba con una fuerza descomunal hasta atravesar cada bloqueo, por más denso que fuera.
En algún momento llegó a la altura del vientre, o sea, a las puertas del Chakra del plexo solar. Instante en el que me vinieron otra vez a la memoria, las explicaciones veladas del vidente. En concreto, la parte que describía el punto más álgido del proceso.
Detalle que me daría mucho que pensar. Desde el momento en el que conversamos meses atrás, me estuve preguntando el porqué de sus explicaciones veladas. Si había algo que detestaba en esta vida, eran los mensajes con la lengua mordida, los jeroglíficos y los acertijos, cuando se podía hablar sin tapujos y yendo al grano.
Pues eso no pareció tener importancia para él, ya que lo que me transmitió fue un mensaje de lo más confuso, pero aun así lo comprendí. Claro está, que no en ese preciso instante, sino cuando ya lo tuve encima. Puede ser que fuera eso mismo lo que se buscaba. Me explico: Si yo lo hubiera captado desde un inicio, esto habría dado pie a que fantaseara con ello. Creándome falsas ideas e imágenes desvirtuadas. Y que eso mismo, pudiera llevarme a condicionar la eclosión del proceso, impidiendo que se manifestara en su justa medida.
En algunos casos lo mejor es no saber nada.
Lo digo porque ese fue el momento más crítico, por el grado de extenuación al que había llegado. Trance que en ese punto me hizo temer por mi vida. Cuando el incesante martilleo de los pulsos energéticos, continuaba su victorioso ascenso hacia los chakras superiores. Sé que puede sonar exagerado, pero el grado de sufrimiento podría asemejarse al dolor que padece una mujer cuando está a punto de dar a luz.
No cabe duda de que mi tercer chakra estaba obstruido, diagnóstico que coincidía con la manifestación del plano externo, asociado a este centro de energía, en forma de dificultades personales. Para no complicarlo demasiado, diré que el plexo solar tiene asociados aspectos como la externalización del poder personal y la forma en que se proyecta hacia la realidad exterior. Digamos que consiste en la expresión esencial del “yo puedo”. Cualidad que no hay que confundir con el ego.
Llegado a ese punto, estuve durante un tiempo, —ignoro cuanto—, acariciando el desmayo; mientras ríos de sudor bañaban mi cuerpo. Mi mente, a pesar de la enfatización del vidente en ese punto, recreaba escenarios cada vez más melodramáticos. ¿No sé si estaban justificados?
Pero era indiscutible que, lamentaba no haber hecho caso de la única sugerencia en la que hizo especial hincapié el vidente. Cuando me dijo que tenía que estudiar, si quería entender.
Lo cierto es que una comprensión rudimentaria me habría ayudado a sobrellevar los momentos de mayor inestabilidad mental y emocional, durante el proceso del fascinante y a la vez…