2ª PARTE
El prodigio que tenía ante mí era una visión inconcebible, que me fue llevando del asombro a la perplejidad, de la perturbación al disgusto, y al final a asentir con una sincera reverencia.
Eran alrededor de unos veinte y muchos metros de distancia, desde mi toalla al lugar donde advertí por primera vez la figura de aquella mujer tan enigmática. Difícil de descifrar su verdadera edad, digamos que entre cincuenta y sesenta años. Pelo largo y con un atuendo bastante llamativo en cuanto al corte y diseño. Un vestido holgado que caía hasta rozar el césped, de manera que no se le veían los pies.
La mezcla de colores era digna de ver, con un trazado tan colorido y armónico que no encuentro palabras para describirlo de forma coherente.
Pues bien, una vez que enfoqué a esta mujer, ella clavó sus ojos en los míos. Un choque visual que me sacudió hasta lo más profundo de mi alma. Era una mirada que transmitía autoridad, bondad y desaprobación, asociada, sin ningún género de dudas a mis acciones anteriores.
¿Cómo fue que lo entendí? No sabría explicarlo, pero lo comprendí al instante. Si esto hubiese sido todo, no habría tanto de lo que avergonzarse. Total, ¿qué podía significar una mirada de reprensión cruzada con una mujer caminando entre decenas de personas en una zona de baño?
Lo que capté enseguida fue que esta señora me era conocida, aunque en el fondo no supiera quién era, ni qué quería de mí. Sin embargo, la sensación que obtuve fue como si me hubiera mirado mi propia madre. Luego, los matices de la escena que se desarrolló ante mis ojos, le dieron una profundidad y un peso al episodio que no olvidaré en mi vida.
Enseguida me asaltó la angustia, cuestionándome si es que a lo peor era que estaba perdiendo el juicio. A juzgar por cómo se presentaba aquel panorama tan irreal, mi preocupación era más que justificada, teniendo en cuenta que me encontraba en un espacio público abarrotado.
La primera incongruencia se hizo visible al prestarle atención, a la manera en como se desplazaba sobre la hierba. ¡Asombroso! Estaba presenciando cómo esta señora avanzaba en paralelo por uno de mis costados, en un claro movimiento de ausencia de gravedad, sin perder la conexión con el terreno. Más que caminar, se podría decir que flotaba.
El vestido que llevaba era voluminoso, abarcaba al menos metro y medio de diámetro, en forma de campana. Lo asombroso de aquella imagen, era observar como se fundían en uno la prenda y el cuerpo. ¡Demasiado loco, pero cierto! Quizá podría entenderse mejor como una presencia etérica que adopta apariencia humana, para evitar mi más que posible colapso mental. El que con toda seguridad se habría producido, de haberla tenido que ver en su forma original. ¿Quién sabe?
Ante mí tenía un Ser con aspecto humano, pero que en su interacción con el entorno inmediato, demostraba no estar sujeto a las leyes físicas terrenales. Tampoco podía ignorar lo que transmitían su presencia y su mirada. Era algo muy diferente a lo que se percibe al observar a un ser humano convencional.
Asimismo había ciertos matices que delataban una composición natural distinta, más sutil, pero sin perder la forma ni la aparente consistencia anatómica. A esto tendría que añadir una segunda presencia que hasta ese momento había pasado desapercibida. No obstante, de repente estaba ahí formando parte integral de la escena que contemplaba.
A primera vista, se trataba de un infante de unos tres o cuatro años de edad, a juzgar por la altura, y porque parecía juguetear enredándose en el vestido de la dama. Correteando a su alrededor, girando de un lado para el otro, como si se tratara de un satélite orbitando alrededor de un planeta.
Aquella visión me perturbó bastante, ya que esos movimientos tan frenéticos, me hacían pensar en cómo en una situación similar entre humanos. Habría provocado al menos un par de tropiezos, dejando al descubierto los pies de la mujer o haciendo que cayera al suelo. Sin embargo, nada de eso sucedió. El desplazamiento hacia delante fue fluido y constante.
Cuando llegaron a mi altura, estando en paralelo a unos tres o cuatro metros de mí, por el flanco lateral izquierdo. El niño giró la cabeza hacia atrás, enfocando sus ojos en mí. Por fin pude verle el rostro. Me observaba con una mirada juguetona y pícara. En ese momento me quedé petrificado.
Sentí cómo se me helaba la sangre de la cara, dejándome pálido y con el aliento entrecortado. Seguido de un estertor y un leve estremecimiento; no me atreví a aceptar lo que estaba presenciando.
Para empezar, me percaté de que no se trataba de un nene, sino una niña con el pelo corto y rizado. Aunque a decir verdad, tampoco podía ser ni lo uno ni lo otro. Su cara presentaba las dimensiones propias de una pequeña de esa edad, pero las facciones de su rostro eran las de una mujer adulta.
Lo que intento explicar es que se trataba de un Ser con el cuerpo de una infanta, incluyendo el volumen de su cabecita, pero con la fisonomía facial propia de una mujer madura.
Creo que se sobreentiende que una imagen así te impacta como un martillo hidraúlico. Te revienta las estructuras mentales. Resquebrajando al instante la imagen en apariencia sólida de nuestra realidad humana. Ya no hay marcha atrás. En otras palabras, ya no queda margen para suposiciones o interpretaciones subjetivas. ¡Es lo que es!
Ante mí se desarrollaba una escena que entremezclaba la realidad terrenal con la presencia de dos seres que no pertenecían a ella. Parecían haberse presentado con la clara intención de transmitir un mensaje sin palabras tan potente, que no dejara espacio para futuras conjeturas.
La niña volvió a girar la cabeza, para enredarse otra vez entre las telas del vestido. Mientras que avanzaban imperturbables en dirección hacia la orilla del lago. La “bebé-mujer” giraba la cabeza de un lado al otro, permitiéndome escudriñar su rostro una y otra vez. Buscaba cerciorarme de que lo había visto era cierto y no fruto de mi enloquecida imaginación. Era incapaz de asimilar lo que estaba observando con mis propios ojos. Digamos que la visión de la escena que tenía ante mí, me provocaba una fortísima disonancia cognitiva.
Entonces llegaron cerca de la orilla, justo al lado del lugar, donde poco antes yacía la persona que yo había incordiado. De repente, la dama, con un sutil y grácil movimiento, adoptó la posición de loto, sentándose sobre el césped. En ese mismo instante me lanzó otra mirada que me atravesó como un rayo.
Acto seguido, apoyó sus manos sobre las rodillas, con las palmas abiertas hacia arriba, marcando con sus dedos la posición de un mudra archiconocido, uniendo las yemas del índice y el pulgar, con el resto de los dedos entreabiertos y relajados, en ambas manos.
Con el propósito de adoptar la postura de una persona en estado de meditación. Se mantuvo así por un par de minutos, luego se puso en pie para marcharse por el mismo camino por el que había venido. Dejándome inmerso en un océano de pensamientos encontrados, tratando de digerir lo presenciado.
El mensaje era claro y conciso: meditar hasta acallar el ruido mental y templar los arrebatos emocionales, que solo conducen a cometer maldades.
En conclusión, esa corta escena, de apenas unos pocos minutos de duración fue muy reveladora. Lo que me ha llevado a buscar durante años una explicación racional a tan maravilloso suceso. Aun así, sigo sin despejar ciertas dudas. Como por ejemplo:
¿Aquellas dos presencias, fueron visibles solo para mí o también para el resto de los allí presentes? ¿Son poco frecuentes este tipo de sucesos o más comunes de lo que creemos? Cuando se nos dice que nunca estamos solos, ¿es para infundirnos ánimo o porque es cierto, aunque no lo percibamos?
Entre tanta interrogante, solo puedo añadir un único dato objetivo. Y es que, lo que allí sucedió fue para mí tan real como la vida misma.
Al menos esta vez no intervinieron fuerzas misteriosas, ni hubo estados alterados de consciencia, ni flujos energéticos de alto voltaje, ni voces, ni canciones, ni zambullidas en la sopa cósmica.
Todo ocurrió en un entorno natural, ante la presencia de cientos de personas.
Mi percepción estaba clara y mis sentidos despiertos, después de haber pedaleado durante al menos media hora, antes de darme un chapuzón en el Lago de los Gatos.
ASGWv ZUhiijxo ggAMJrUG XVlCnP jzEUeGk WMbb
Hola, me alegro de saber que valora este contenido. Tengo que decirle que no puedo leer su mensaje, es posible que haya algún problema con el traductor o similar. Si es tan amable, envíe un nuevo mensaje para que pueda localizar el error. Gracias