NOCHE DE REYES MAGOS. 2ª PARTE
El estado de fusión con lo superior continuaba aumentando de nivel. ¿Qué estaba pasando? Acto seguido, se pusieron en marcha auténticas mareas emocionales que surgían de mis entrañas, mientras yacía desnudo, tendido en el suelo y con las piernas en alto, marcando un ángulo de noventa grados, con los gemelos y los pies apoyados sobre el sofá.
¡Diantres! Era incapaz de fijar el foco de atención. El proceso se estaba acelerando. La respiración, que unas veces parecía cesar, en otras se convertía en inhalaciones orgásmicas. Intuía que me acompañaban fuerzas benevolentes, lo que implicaba que existía una realidad paralela que se manifestaba con un poder apabullante. Pregunto: ¿es algo así imaginable? ¿No es un relato lleno de contradicciones esperpénticas?
Por un momento, llegué a creer que aquella era mi muerte física, lo cual era extraño teniendo en cuenta los antecedentes. No era del todo creíble pensar en un deceso por capítulos con cambio de escenario incluido, como si sopesara si morir ahora o más adelante, o si el apartamento de mi amigo no fuera cómodo para fallecer a gusto.
Cabe aclarar que, en ningún momento, perdí la consciencia, aunque el tiempo y el espacio desaparecieran por instantes. Lo más importante es que podía interrumpir el proceso solo con abrir los ojos y ponerme en pie; todo habría cesado. No obstante, la intuición me sugería que confiara y que mantuviese los párpados cerrados, dejando que todo fluyera. ¿Se trataba de mi YO SUPERIOR? ¿Eran mis guías espirituales? ¿Tal vez seres de jerarquías superiores? ¿O hablábamos de un brote psicótico de proporciones galácticas?
Entonces comenzó a deslizarse lo que llamé después «proceso de barrido». Fue como si una gigantesca colonia de hormigas enloquecidas desfilara sobre mi piel. Tremendo el baile de sensaciones abrumadoras dentro y alrededor mío: torbellinos, tsunamis, huracanes y qué sé yo. Pero, en ningún caso, monstruos, demonios o entidades siniestras. Tampoco oía ruidos o golpes en el mobiliario del salón, techos o paredes. Ningún cuadro cayó, ni hubo cristales que saltaran hechos añicos; todo lo que sucedía se producía en un contexto pacífico y liberador.
¿Cómo explicar un proceso sobrenatural con un lenguaje natural carente de términos y conceptos adecuados que lo describan, mientras pulsiones sutiles te atraviesan? A lo que habría que añadir que esa voz interior parecía multiplicarse, como si me susurraran varias entidades al unísono. Más que murmullos, eran ecos melódicos, lejos de tener alguna similitud con un lenguaje convencional.
Lamento no ser capaz de plasmar con absoluta objetividad lo que estuve experimentando.
Mientras el barrido avanzaba, mis pensamientos y percepciones se entremezclaban como en una coctelera de licores bien agitada. El efecto sedante no parecía mermar mis capacidades intelectuales, ya que mis pensamientos oscilaban entre dos mundos: el nuestro y ese otro. Aunque parezca inverosímil, vivir una experiencia así no es fácil de entender, mucho menos de expresar.
¿Acaso fue todo? De ninguna manera. Lo que sigue es que, haciendo uso de mi libre voluntad, o más bien cediendo al llamado de la naturaleza humana, abrí los ojos por la imperiosa necesidad de ir al baño. Luego de ponerme en pie y salir al pasillo, me quedé cristalizado. Había vuelto a la normalidad de mi hogar y de mi cuerpo. La sensación general era de unidad; digamos que me sentía de una pieza y urgido para dar alivio a mis necesidades fisiológicas.
Pero, antes, me esperaba una sorpresa colosal. Solo añadiré que, en ese lance, no fui yo el único sorprendido.
La lámpara del pasillo…