NOCHE DE REYES MAGOS. 4º PARTE
El paso por el baño me ancló a la dimensión terrenal, -qué ironía-. Toda la histeria se había esfumado. Ni rastro de lo anterior, eso sí, mis ganas de continuar donde lo había dejado, aumentaron. Una actitud demencial o suicida, sí, pero decidí llegar hasta el fondo, so pena de enloquecer o fallecer en el intento. Una oportunidad así no se desperdicia, cuando el tren se pone en marcha, hay que subirse a él, aunque ignores a donde te lleva.
Adopté la misma posición, tendido, cerré los ojos, y… ¡Oh, cielos!, vuelve a descender sobre mí. Era como una fina capa, un fluido de pura energía, nada tangible; sin embargo, la sentía caer sobre mi piel como una fina lluvia de plumas. Magnífica la sensación de liberación que experimentaba, hasta que esa especie de cápsula energética quedó anclada. Me pareció percibir un efecto de cierre hermético de vacío; como si se despresurizara una cápsula espacial.
Oh, no, no, no… el proceso de barrido comenzó con una fuerza descomunal, mi temperatura corporal comenzó a aumentar. ¿Serían cuarenta… cuarenta y dos, cuarenta y cuatro grados, ¿más? No sé. Entonces comenzaron los ecos, esta vez amplificados. Ya no sabía si eran ecos, cánticos, oraciones, o trompetas. ¡Rayos! El baile de energías iba y venía. ¡Ay, madre! Me, me, me… voy a desmaterializar, -esto es demasiado-.
Acto seguido se activó una desescalada, no como un cese absoluto, sino como un descanso antes de… Ahora lo entiendo, -me dije-, dicho y hecho, aquello empezó a acelerar la potencia. Ya no sabía se respiraba yo, o era una respiración inducida. Fruto de ella, los oídos se taponaron y abrieron no sé cuantas veces. Entonces… Oh, creo que estoy en problemas. ¿Habré hecho algo mal?
De repente, algo… alguien…, me agarró por mis extremidades, no eran manos; claro está. Fuera lo que fuese, me tenía sujeto con un vigor amoroso. Cuando conseguí templar mis nervios, noté que eran varias presencias alrededor mío, afanadas en alinear mis miembros de una manera específica. Como si la posición facilitara el flujo de energía, o representara una posición yóguica. Esta vez me dejé llevar, habiendo sobrevivido al primer asalto, el segundo sería más de lo mismo; pensé ingenuamente.
-Otra vez-, la colonia de hormigas enloquecidas volvían al hormiguero. De nuevo un descanso. Tiempo que aproveché para reflexionar. ¡Vamos a ver! Si los flujos son ondulantes. ¿Tendrá esto que ver con la resistencia de mi organismo? Desde luego, ¿cómo no lo había pensado antes? Si mantienen la potencia por demasiado tiempo, queman mis células, dañan mis tejidos o mis huesos. ¡Eso es! Bingo. -No-, dijo la voz. ¿Qué? Tu sistema nervioso central. ¿Cómo? Cierto, mi sistema nervioso transporta los impulsos eléctricos; qué idiota soy.
Fue concluir ese pensamiento y ponerse la maquinaria a rodar. Una vez más. Oleada tras oleada, subida de la temperatura y de repente… ¡Dios mío bendito! Los seres comenzaron a estirar mis brazos y piernas como si fueran de goma elástica. No solo a lo largo, sino a lo ancho. Haciendo giros increíbles con muñecas, codos, tobillos, rodillas. Dando pellizcos aquí… y allá… Como si estuvieran manipulando gelatina, habiéndome extraído primero el esqueleto, para no partirme cada hueso. Cuando la verdad que es que yo me sentía cada vez más ligero y dichoso.
Ahora. El culmen de la locura fue cuando me pillaron los mofletes de la cara. ¡Socorro! Grité para mis adentros. Me van a desfigurar. ¿Qué se supone que hacen? La piel fue estirada… estirada…, y
estirada. Yo diría que dos metros al menos. Fue salvaje, no porque padeciera dolor, sino porque la sensación experimentada dejó un impacto tremendo en mi psique. Si ya me había dado cuenta de que en esta realidad nada es lo que parece, este efecto fue la rúbrica final.
Nada más terminar con mi rostro, dejando todo en su sitio, noté la retirada progresiva de esas entidades. El runrún que me había asediado y llevado al límite, empujando mi sistema nervioso a la incandescencia, se fue diluyendo, como una fragancia primaveral peinada por el viento. Los ecos se alejaban, los pulsos se disipaban sin dejar huella visible.
Sentí una transformación completa: de quien era y de quien había dejado de ser, convertido en alguien distinto, mejor. Todo lo que antes pensaba, sentía, creía tan seguro y estable, ahora me parecía ridículo, patético; desprovisto de sentido. Lo que miraba y no veía, que había estado siempre ahí, ahora se revelaba claro. Lo que oía, pero no escuchaba, se había convertido en melodía del alma, en la música de las esferas.
Suspiré y rompí en un llanto sereno, consciente de haber obtenido mi liberación.
¡Qué bendición! Un duro despertar, pero al fin y al cabo, un despertar impagable. Ni todo el oro del mundo lo vale. Un milagro no se compra, tampoco se provoca; simplemente sucede. Solo hay que estar abierto, predispuesto, y si llama a tu puerta, no dudes: lánzate. Lo que conquistes, nadie podrá arrebatártelo jamás.
El impulso irracional me trajo a casa. No me refiero solo a mi hogar. Lo que comprendía a penas al dejarme llevar; fue clarividente. Todo tenía un propósito, solo tuve que obedecer al plan por fe y no por vista.